El
tratamiento de la luz en el arte es uno de los temas más
importantes de las técnicas artísticas (claroscuro, perspectiva aérea,
profundidad); desde el momento en el que la luz es la fuente que nos posibilita
la visión de las cosas, se convierte en el elemento principal a tener en cuenta
en cualquier obra de arte. Desde los primeros artistas, hasta los más actuales,
siempre ha existido la preocupación por el tema de la luz.
La técnica más utilizada en el arte bidimensional:
Claroscuro: Técnica en que se basa en
la distribución de los valores tonales en la organización de una obra de arte,
donde se diferencia la luz de la sombra, utilizando valores altos y bajos.
En
pintura, la luz es un objeto especial, cuya aparición en el cuadro es precisamente
la que permite la visión del contorno, la textura y
el color de los objetos y su ubicación en el espacio, con
distintas convenciones en cada uno de los estilos y técnicas
pictóricas asociadas (sombreado, sfumato, claroscuro,
tenebrismo, impresionismo). La utilización de distintos tipos de focos de
luz (internos, externos, inferiores, laterales, luz
reflejada, luz natural, luz artificial, luz filtrada, etc.) permite
hablar de distintos tipos de iluminación, e incluso de la especulación
sobre la vibración de esa luz.
Volumen: Elemento que incide en los
objetos que vemos de forma diferente a la frontal, también influyen factores
como la intensidad de la luz, la dirección o la fuente de donde proviene.
Existen
diversas técnicas para representar efectos del mismo en la bidimensional, como
el claroscuro, el modulado, el modelado y la perspectiva aérea.
En el
siglo XIX podemos encontrar dos movimientos en los cuales la luz es la
protagonista de sus obras, pero la forma de implementarla es muy diferente.
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